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El error del Coyote

Willy Coyote:

Cuando era chico, uno de los dibujos animados que más veía era el del coyote y el correcaminos. Debo confesarles que odiaba al correcaminos, me molestaba su: ¡bip bip!, no veía la hora en que el coyote pudiera atraparlo de una vez y hacer un fragante y delicioso guiso. Cuando crecí me di cuenta que el que realmente estaba mal era el coyote, no por querer alcanzar al correcaminos, al fin ese era su sueño, su instinto, sino por no planificarlo estratégicamente.

El coyote disponía de recursos y herramientas para hacer un buen trabajo, pero los malgastaba constantemente por no tener una planificación llevada a cabo hasta el final. Desde la escuela psicológica de Análisis transaccional, se podría decir que el coyote tenía un impulsor de “trata más”. Es decir, siempre estaba tratando, siempre hacía nuevos intentos, pero nunca llegaba a su objetivo. Todo terminaba siendo gris, sin peso, y con un sonido desalentador para el coyote. Su peor error era el de no evaluar lo que sucedía. Muchas de sus estrategias fallaban por errores simples, pero como nunca evaluaba que es lo que había fallado, hacía un enorme e innecesario gasto de recursos y tiempo (que es un recurso importante) haciendo un nuevo plan, y comprando nuevos elementos en ACME. Esta empresa fue la única ganadora en esta historia.

 

Del dibujo a la realidad:

Esto es solo un dibujo animado, pero refleja una realidad en la cual podés estar atrapado. Cuantas veces malgastamos, tiempo, dinero y otros recursos, por no hacer una buena evaluación de dónde nos encontramos. Muchas personas van de una tarea a otra, de un proyecto a otro, sin tener ningún logro, simplemente desechan y comienzan nuevamente. Parece un constante “volver a empezar”, hasta muchas veces se sienten trabados en las mismas piedras, cayendo en los mismos precipicios, (hasta pueden anticipar el sonido de la piedra que les cae encima), chocando con los mismos túneles falsos. Es hora de aprender a evaluar.

En primer lugar, la evaluación no es algo que se deja para el final de un proyecto. Ese es uno de los peores errores que podés cometer. Las evaluaciones intermedias son las que nos dan un panorama de si lo que planeamos está funcionando o no. Por eso es bueno pensar en metas, pero a la vez subdividirlas en metas más pequeñas, que nos llevan a una meta mayor. Estas metas más pequeñas nos van a ayudar a hacer evaluaciones parciales, y medir si estamos más cerca de lo que deseamos.

 

¿Qué cosas evaluar?:

En cualquier proyecto hay dos cosas que son importantes para tener en cuenta en una evaluación, estas son la eficiencia y la eficacia. Parecen palabras similares, pero no lo son.

La eficacia tiene que ver con que los objetivos se estén logrando. Para esto es importante tener metas intermedias que sean medibles, para ver si se está cumpliendo el proyecto. La eficiencia tiene que ver con que los recursos que estés utilizando para alcanzar esa meta, sean acorde con lo que deseas lograr (que no produzcan una pérdida innecesaria de recursos), si utilizas todo un árbol para hacer un solo escarbadientes, algo está funcionando mal en tu planificación.

Por último, lo más importante de la evaluación, es saber si se están cumpliendo los objetivos del plan, si se está llegando a la meta que se esperaba. Para eso, es necesario, que los objetivos sean bien claros y medibles. No pueden ser metas etéreas, tienen que estar bien redactadas, ser concretas. La mejor forma de hacerlo es tomar un papel, dividirlo en dos, en un lado escribir “estado actual”, en el otro lado “estado deseado” (o sea cuál es tu sueño o tu meta) y vas a describir ambos estados lo más concretamente posible. Con elementos que sean visibles, para medir si se están logrando. Ese papel es un mapa, es tu propio mapa, con el cual vas a poder medir y evaluar cuan cerca estás o no de ese sueño, de ese estado deseado.

¿Estás dispuesto a probarlo? Como dice una famosa frase “un camino de mil kilómetros comienza por el primer paso”. Tomá lapicera, papel, y ¡a comenzar!

 

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